Jeromo
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Ayer tuve un buen susto. - 2008/04/07 19:09
No todo iban a ser miel y rosas.
Ayer no tuve un mal día de pesca, pero con las piezas me llevé para casa un susto de esos que te hacen replantearte muchas cosas.
Yo siempre llevo enganchado el cabo de la boya a una planchita de plomo que tiene la longitud de un lapicero y el grosor de cuatro de ellos. Esa pieza la meto entre el cinturón de plomos y el traje, en la parte ventral izquierda. Así, cuando quiero zafarme de ella o quitármela en el fondo, es muy fácil pues únicamente tengo que tirar un poco de la misma.
Pero ayer me dio por ponerla en la espalda para evitar algún molesto lío que se forma con la pierna izquierda y, a veces, me impide desplazarme cómodamente por el fondo.
El caso es que me hallaba pescando en un fondo de unos 8 o 9 metros, más bien aburrido. La visibilidad era escasa e iba alternando caídas con pequeñas esperas, para ver qué movimiento me encontraba. En esas estaba cuando llegué a una zona con muchas viseras y cortes. Una buena zona para preparar alguna emboscada.
Me fijé en una de las viseras que era más pronunciada que el resto y, con mucho cuidado, me introduje en ella. No había vida aparente en sus grietas, por lo que me desplacé muy pegado a la zona más umbría para terminar con una esperita en su límite. Como no vi nada reseñable, procedí a ascender sin prisa.
Siempre dejo un margen generoso de tiempo-aire pues no me gustan ni los apurones ni tener que recuperarme fatigosamente en superficie. Y eso fue lo que me dio un plus para encarar la situación que a continuación detallo.
Ya estaba casi en superficie cuando un brusco tirón me sobresaltó. En un principio no pensé en que fuera el cabo de la boya. Bueno, no pensé en nada, más bien me giré para ver de qué se trataba y vi que la driza se había quedado enganchada en la visera. Así que por un lado yo trataba de ascender y por el otro la boya ejercía una gran fuerza para evitar ser hundida.
Como había bastante mar de viento, justo pude sacar la cabeza en un valle para tomar una bocanada y pasar a hundirme a continuación. Empujé con fuerza de nuevo y pude volver a tomar otra un poco más generosa. Con ella me dirigí al fondo para tratar de desenredarme, pues mis intentos por quitar la pieza de plomo de la espalda resultaron infructuosos.
El descenso con tan poco aire ya fue bastante angustioso y compensé con dificultad. Como pude, desenganché unos pocos centímetros de cuerda y pasé a ascender como un sputnik. Esos pocos centímetros me servieron para, por lo menos, tener la cabeza fuera del agua y, aunque no podía ponerme en posición horizontal para relajarme, me sirvieron para sacar el tiempo y la calma necesarios para quitarme la pieza de plomo y dejarla caer al fondo.
Una vez allí, la mar hizo el resto y desenredó el cabo. Por fin pude relajarme y respirar hondo para bajar las pulsaciones, pues mi "patata" estaba a mil por hora. En algún momento llegué a ver la situación complicada, pues la vista llegó a nublárseme.
Después de recuperarme, coloqué el plomito en su posición habitual y puse proa a tierra. Ya no era menester continuar con la salida.
Espero que mi experiencia os sirva de aviso y que nunca cometáis el mismo error que yo.
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